Una vez decidimos ser parte del movimiento Scout, aceptamos cumplir un conjunto de valores, leyes y comportamientos, que guiarán nuestro quehacer, tanto en el movimiento como en nuestra vida cotidiana.

Este compromiso se evidencia en la promesa Scout, que dicta así:

Yo, (aquí va tu nombre)
por mi honor y con la gracia de Dios,
prometo hacer todo cuanto de mí dependa
para cumplir mis deberes para con Dios y con la patria,
ayudar al prójimo en toda circunstancia,
y cumplir fielmente la ley Scout.

Esta promesa no es solamente un “requisito más” para pertenecer al movimiento. Los significados que encierran sus líneas nos invitan a transformar nuestras acciones y pensamientos en beneficio de los demás.

Pero ¿qué significa esta promesa?

Una promesa de honor

El joven Scout es una persona que conoce y defiende el honor (entendiendo este como la característica que nos impulsa a actuar correctamente, cumpliendo nuestro deber y de acuerdo a la moral).

El honor hace parte de nuestra imagen. No es algo que se adquiere de un día para otro. Es el resultado de lo hacemos, decimos, pensamos y omitimos.

Así pues, al realizar el juramento, entregamos nuestro honor como garantía de cumplimiento. Y aunque el honor no puede medirse ni tocarse; desde lo simbólico, tiene un gran peso para quienes asisten a nuestra promesa.

Los destinatarios de la promesa Scout

Es preciso recordar que -como lo indica la promesa Scout- nuestro compromiso está con Dios, la Patria y -especialmente- el prójimo.

Es esta triada el norte de nuestras acciones. Dios es nuestro guía. La patria nuestra identidad y soberanía. Y el prójimo nuestro amigo y hermano.

De acuerdo a lo anterior y a la línea de mayor peso de la promesa (“prometo hacer todo cuanto de mí dependa”), nuestras acciones scouts no deberán tener límites para ayudar a los demás, conservar nuestra patria y respetar a Dios.

No es una tarea sencilla, lo sé. Pero estoy convencido que con disciplina y sabiduría seremos capaces de lograrlo.

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Y recuerda: ¡Siempre Listos!